Morgana Vatori
Scortum

14.4.10

Treinta

Mi naranja mecánica funciona con sistema binario. Dos números se repiten. Palabras de ánimo. Golpes. Un espejo, un reflejo. Sombras. El calor me asfixia y mi cuerpo no da más de sí, pero no quiero parar. Miro mis manos vendadas, tiemblan, se deshacen; veo doble o triple, creo que me estoy mareando. Una mano tira de una de mis trenzas, ¿estás bien? Me pregunta. Asiento. Pues sigue, contesta. Obedezco.

Los músculos empiezan a fallar cuando pasa un rato desde que tu cuerpo te rogó que parases y no paraste. Dolor. Es ahí cuando se demuestra la fuerza, cuando uno está a cero y desde cero es capaz de seguir entrenando. Es ahí cuando las palabras de ánimo hacen verdadero efecto, penetran hasta llegar a la fibra, la melodía que te repite una y otra vez que tu entrenador está orgulloso de ti, que sabe que puedes; que espera que puedas.

Una hora de duro entrenamiento finaliza con lo que es, para mí, el peor ejercicio físico que existe. Tumbada boca abajo mis brazos empiezan a temblar cuando me coloco en posición para empezar, ni una sola repetición y ya tiraría la toalla. Cuenta hasta diez, no puedo más. ¡Vamos, diez más! Llego a veinte. No puedo más. ¡Las diez últimas chavales! 21. Abdominales agarrotados. 22. Piernas agarrotadas. 23. Gluteos agarrotados. 24. Los brazos me van a fallar. ¡Venga, las cinco últimas! Se que ya no puedo más.

Los pies de mi entrenador han estado merodeando a mi alrededor desde la flexión número once. Me presiona. Me dice, estoy aquí, te estoy mirando, no te rindas. Las cinco últimas son una tortura medieval, no tengo azúcar ni grasa de donde tirar, no me queda agua, ya no sudo; no soy consciente del tiempo, ni del espacio, el tatami se me clava en las muñecas, las vendas me aprietan y la camiseta me molesta.

30. Mis compañeros ya han acabado, pero yo, más lenta, voy por la 27. Se oyen cuerpos caer desplomados al suelo y se hace el silencio. Noto sus ojos en mi nuca, mis hombros, mis brazos. 28. Dos más y acabas. Sus pies se han parado delante de mí, permanece en silencio mientras los demás se incorporan. 29. Cuando solo queda una, dos sentimientos enfrentados afloran desde el pecho hasta los dedos: uno trata de que hagas uno menos y el otro desea que hagas uno más. Segundos corren en mi contra, cuanto más tarde en subir más me costará la última, pero mi cuerpo no puede más. Un poco más me repito, un poco más. Sólo-un-poco-más. 30.

3 comentarios:

Karim dijo...

Esa sensacion es la que hace y mi anima y me atrae a superarme cada dia, me encanta.

Pétalo dijo...

Buf, me he agotado solo de leerte. Ojalá yo tuviera esa fuerza de voluntad. Pero que maravillosa sensación la de después,no?

Dantonmaltes dijo...

Vas a tener que dejar la cocacola.