Morgana Vatori
Scortum

19.10.10

Hermosura que me abandonas

La belleza es algo tan etéreo, tan personal, tan intangible y destructible que, en mis momentos de cordura, pienso que no merece la pena sufrir por ella.

Tempus fugit, que dice la máxima. Y con él la vida, las oportunidades, los sueños y, como no, la hermosura de la que hablamos se va.
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No soy estúpida. Me caracterizo por ser una persona inteligente, soy tan lista que soy consciente de que mi salud mental y sus crisis dependen de cómo despierte cuando me recupere, depende de cómo me levante cada mañana desde ese día en adelante y soy tan variable que preveo días de absoluta soledad, autodestrucción y amargura, del mismo modo que puedo augurar días de claridad, belleza y orgullo.
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Demasiado riesgo es el que corro dejando mi futuro en manos de mi personalidad.
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Puede que las lágrimas que acaban de recorrer mi rostro no sean más que el fruto de una ansiedad acumulada, pues la gente que me conoce sabe como soy y presumo de serlo. No temo ni al dolor, ni al sufrimiento. Me sentaré a esperar a que el día llegue y transcurra, sufriré lo que deba y comeré lo que me pongan. Creo que un bisturí no acabará con mi autoestima.
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Creo.

8.10.10

Error de conceptos

Supongo que depende mucho de quién lo mire. Supongo que también depende de desde dónde se mire. La pasión, la entrega, los sentimientos puros son tan variables que lo que para una persona puede ser una fuente de excitación, para otra sin embargo es un detalle que pasa desapercibido. Pasa habitualmente, y es el ejemplo más básico, son los gustos; uno observa a una chica en la discoteca y le comenta a su compañero de batallas que le parece atractiva, bueno, creo que más bien diría algo como “mira que buena está esa” o “tetas”. El amigo puede estar de acuerdo o puede no valorar esas tetas por ser comunes, vulgares o feas. Cuestión de gustos.

Personalmente, hace tiempo que me di por vencida. Me siento completamente incapaz de explicar mis sentimientos por cierta persona, para ser más precisa: me siento completamente incapaz de explicarle a él lo que siento por él. El problema está en nuestras visiones de la vida, nuestra manera de entender ciertos conceptos; en el ejemplo de las tetas, ambos saben lo que son tetas y pueden gustar o no gustar, pero si identificasen como tetas cosas distintas, no podrían discutir sobre su belleza o no, porque uno estaría hablando del pecho de una mujer y el otro de sus piernas.

Trataré de explicarlo de una forma concreta. Él escucha la palabra sumisión y entiende una cosa y yo, a esa misma palabra, le doy un significado completamente distinto; por tanto cuando trato de explicar lo que siento por él y me toca usar las palabras sumisión, entrega o cesión, me doy cuenta de que jamás lograré que me entienda. De ahí que me diese por vencida cuando vi (la primera vez que traté de explicárselo) que él escuchaba mis palabras, pero les aplicaba un significado diferente al que yo trataba de darle.

Desde entonces he pensado que conseguiré que me entienda el día que sepa qué palabras utiliza él cuando quiere decir lo que quiero decir yo cuando digo entrega.