Morgana Vatori
Scortum

31.12.10

Espartana

Escuché con admiración una frase de una conocida película.

(En general siempre me ha encantado la fuerza y la superación de aquél pueblo, me gustan los grupos de personas que se creen especiales, superiores o simplemente diferentes; creo que ellos mismos alimentan su propia energía positiva y, al margen de que es vital para el desarrollo de cada miembro, considero mágica la visión que terceros pueden llegar a tener del gremio).

La frase fue: “sólo las espartanas traemos al mundo hombres de verdad”. ¿Es muy realista, no? La composición de esta frase responde a dos características propias del ambiente en el que se desarrolla la película: la superioridad de los espartanos frente al resto de los mortales y la posición naturalmente inferior de la mujer en aquella época. Y, ciertamente y como ya he dicho, me gustó mucho oír y ver como aquella mujer respondía con esa frase a un señor que había dicho, refiriéndose a ella pero sin mirarla, que qué pintaba una mujer en una conversación de hombres.

He visto esa película unas cuantas veces y es muy probable que cuando acabe de escribir esto la ponga una vez más; me gusta, me gusta no, me flipa; me fascina la filosofía de vida que lleva esa comunidad.

La cuestión es que, aunque suene muy friki, acabo el año con la sensación de ser espartana o, al menos, de tener ascendientes espartanos. Si no, no me explico cómo puedo ser tan tremendamente fuerte.

El lunes por la noche estuve a punto de publicar ¿Miedo? Sí, aunque más bien creo que es terror, pánico, una sensación que roza la fobia. Con ello pretendía expresar como estaba ante la intervención quirúrgica que tenía programada para el martes. No lo niego, ni lo negaré nunca, estaba tremendamente asustada, temía muchas cosas, entre ellas la cicatriz (como ya dije en la entrada del 19 de Octubre); pero no temía el dolor, nunca me ha dado miedo sufrir. El caso es que estaba muy asustada y quería contarlo; y como no lo hice, lo he hecho ahora.

Ahora, después de dos días, miro atrás y pienso en el dolor sufrido, el agotamiento y el cansancio y, de verdad, no tengo más remedio que pensar que soy Xena, Wonder Woman o la hija de Aquiles; o eso, o espartana. Me rio escribiendo esto, la gente que me conoce, o que intuye como soy, sabrá cómo leerlo para evitar pensar que soy una auténtica gilipollas.

He vuelto a demostrarme que soy más fuerte que el resto, he vuelto a alimentar mi propia energía, he fomentado mi desarrollo personal y he favorecido la visión que el resto tiene de mí.

En momentos como este recuerdo en formato fotograma todas y cada una de las veces en las que alguien ha alabado mi fortaleza, mi temperamento e, incluso, en ciertas ocasiones algunas personas han aludido a mi divinidad. Esos fotogramas me ayudan a creer en mí y a ser como soy. Gracias.

PD: Odio medicarme.

16.12.10

Descríbeme tu amargura,
quiero sentir cuánto me amas.
                                               M.V.