Ha pasado un mes desde que tomé la fea costumbre de pesarme todas las mañanas después de la ducha. La primera cifra fue 54.6, la última ha sido 50.8, ¿me habré metido dónde no me han llamado? No se si es una pregunta, una mera afirmación o una confesión, y escribo esto comiendome un bocadillo de salchichón del barato, que es el que más me gusta.
La obsesión no va conmigo, siempre que me he enganchado a algo lo he dejado o al menos he tratado de hacerlo, me pasó con los estudios, me ha pasado con el amor y puede que me esté pasando por el peso. Lo dudo, pero la posibilidad está ahí.
¿Saben qué es lo que ha ocurrido? Antes de comenzar con este extraño periodo pesaba en torno a los 55,5. La semana o semanas en las que perdí ese kilo sin darme cuenta fueron los días en los que tuve que despedirme de mi 90 y saludar a 85 (C, pero 85 al fin y al cabo). Era precisamente 90 la que me impedía bajar de 55, pero una vez violada esa norma casi fundamental en mí, obviamente, la cifra puede seguir bajando, ya no voy a llorar más.
Sucedió aquello que más temía, perder a 90. La marcha de 95 allá por el 2008 fue horrible, me encontré con un escaso escoté que me arrancó más de un llanto; pero a rey muerto, rey puesto, y 90 me dio el cariño que necesitaba.
Después de un año y medio 90 ha decidido abandonarme, me ha cambió por un kilo menos, ¿qué haría tan mal para abandonarme de ese modo? Quizás la locura que me ha venido acompañando, no lo sé. Sin embargo, tengo que ser sincera conmigo misma, a finales de octubre comencé a notar algo raro, ella no era la misma, tenía la mirada vacía, estaba ausente y nos sentíamos incómodas; quizás no debí hacerlo, pero lo hice, fui a Intimissimi y probé con otras.
Puede que ella se enterara, en una misma tarde me vi con 85B y 85C, la primera excesivamente joven para mí, pero la segunda era perfecta; no me gustó esa sensación, pero me sentía llena con ella. Es probable que 90 se enterara y por ello se fué de ese modo, un día desperté y todo lo que tenía eran sujetadores grandes.
La llegada de ese día era una de mis peores pesadillas, y aunque sorprendentemente su marcha no me apenó tanto como la de 95, me dolió desprenderme de sus recuerdos.
En fin, el caso es que mi romance con 85 va viento en popa, espero no perderla a ella también. No obstante, soy consciente de que ella y mis kilos tienen una relación muy, muy estrecha que puede truncarse en cualquier momento. En cualquier caso asumo mi culpa, perdí a 90 y ya todo me da igual, si pierdo también a 50 estaré genial con 49 y si él también decide irse, haré lo que sea por no perder a 48. Me gustan las mujeres voluptuosas.